Mozambico
Mozambico - La colla di Kidroa
Quando Bebè tornò al villaggio adagiato su una riva del grande fiume Zambesi, molto spaventato, tutta la gente si raccolse attorno a lui per capire cosa fosse successo:
"questa mattina sono andato per lavorare alla nostra risaia sulla sponda del fiume e in mezzo alle alte spighe verdi c’era un coccodrillo che mi voleva mangiare e non mi ha lasciato lavorare seguendomi con la sua grande bocca aperta. Ha detto che questa sera verrà davanti al nostro villaggio per parlare!".
Quel giorno nessuno pensò ad altro e tutto parve fermarsi sia fra gli animali sia fra gli uomini.
Venne la sera e mentre il sole scendeva lontano nell’acqua, venne anche il coccodrillo che sbucando dalla folta risaia così parlo a tutti:
"la corrente mi ha portato per caso davanti al vostro bel villaggio e qui mi trovo bene e qui resterò! Ma ogni giorno mi dovete portare un pollo da mangiare altrimenti no vi lascerò lavorare alla risaia e morirete di fame!".
E così dicendo spalancò la sua enorme bocca senza denti emettendo un terribile gorgoglio per far capire che non scherzava.
La vita nel villaggio, riprese seppure lentamente con questo nuovo e pauroso ospite al quale ogni giorno veniva portata una gallina che impoveriva però via via il bel pollaio che a fatica, nel tempo, era stato creato. E quando a Makòn venivano date le galline più magre, sperando di buggerarlo, questo se ne accorgeva e protestava chiedendo anche del pesce che però a volte gli scivolava via dalla bocca sdentata!
Il coccodrillo era molto furbo e non gli sfuggiva nulla della vita del villaggio anche perché aveva due belle e grandi orecchie.
Una sera, quando tutto il villaggio era sulla riva del fiume a riposare per la faticosa giornata, Makòn apparve e disse:
"ho visto che il vostro Zebù ha bei denti grossi e potenti, me li deve dare; mi servono per tenere fermi i pesci che catturo, altrimenti mi scivolano e potrei morire di fame!"
Bebè, il capo del villaggio rispose:
"quel che chiedi ha bisogno di una riunione tra tutti gli abitanti del villaggio, animali e uomini, fra tre giorni ti daremo la risposta!"
La riunione fu molto animata e ognuno parlò, anche lo Zebù, per ultimo dicendo: "per placare l’ira del coccodrillo che ogni giorno chiede cose nuove, darò un po’ dei miei denti, tenendo solo quelli che mi servono per ruminare erba e foglie pero, poiché sono sordo, in cambio voglio le orecchie del coccodrillo da mettere a fianco delle mie due corna".
A tutti parve una richiesta giusta, e quando dopo tre giorni apparve dalla risaia Makòn, gli fecero la proposta.
Makòn ci pensò un po’ e poi disse: "va bene... il cambio mi piace, ma voglio i denti più lunghi e acuminati dello zebù".
E così il capo del villaggio Bebè prese le orecchie del coccodrillo e le attaccò allo zebù che gli diede i suoi denti più potenti per attaccarli alla bocca di Makòn… cosa che fece ma con molta, molta paura!
Ora la bocca del coccodrillo era molto più terribile che prima ma lo Zebù non era più sordo e lo si poteva chiamare da lontano che subito accorreva.
A Makòn ora non sfuggiva neanche un pesce, ma era diventato insaziabile e pretendeva anche la sua gallina ogni giorno, però il pollaio era quasi vuoto!
Alla moglie di Bebè, Onga, venne allora un’idea e la raccontò al marito: "caro marito portami tutte le patate di manioca che puoi e il succo dell’albero di kidroa che puoi".
Onga stette tutta la notte a grattare la manioca facendone farina che poi impastò con il succo collosissimo di kidroa e dando all’impasto la forma di una grossa gallina bianca che il giorno seguente fu portata a Makòn dicendo: "è l’ultima rimastaci, è la più grossa, come vedi, ti preghiamo di mangiarla e non ci tormentare più e vattene!"
Ma il coccodrillo, mangiandola subito con voracità rispose: "ma qui io sto bene, non andrò via!"
Ma, dopo un po’ che masticava, la potente colla bloccò la bocca di Makòn e ancor più a causa dei nuovi dentoni che ora aveva e non si apri più!
Così il coccodrillo morì di fame e gli abitanti del villaggio ritornarono a coltivare tranquilli il riso nell’acqua bassa dello Zambesi.
Mozambico - La cola de Kidroa
Cuando Bebé regresó a la aldea que se encuentraba en una orilla del gran río Zambezi, muy asustado, toda la gente se reuní a su alrededor para comprender lo que había sucedido:
"Esta mañana me fui a trabajar en nuestro arrozal a la orilla del río, y en el medio de las altas espigas verdes había un cocodrilo que me quería comer, y no me dejó trabajar, y se iba detráá de mí con su grande boca abierta. Dijo que esta noche viendrá frente de nuestro pueblo para hablar!"
Ese día nadie tuvo otro pensamiento, y todo pareció detenerse, tanto entre los animales y entre los hombres.
Llegó la noche y mientras el sol bajaba lejos en el agua, llegó el cocodrilo, que saliendo de los espesos arrozales, habló a todo el mundo así:
"¡La corriente me ha llevado por casualidad delante de vuestra bonita aldea y aquí me encuentro bien y aquí quedaré! ¡Pero cada día me tenéis que llevar un pollo que comer, de otro modo no os dejaré trabajar al arrozal y os moriréis de hambre!”
Y así diciendo abrió su enorme boca sin dientes emitiendo un terrible borboteo para hacer entender que no estaba bromeando.
La vida en la aldea reincidió, aunque lentamente, con este nuevo y asustadizo huésped, al que cada día fue llevado una gallina, que empobreció pero poco a poco el bonito gallinero, que a duras penas, en el tiempo, fue creado. ¡Y cuando a Makòn fueron dadas las gallinas más delgadas, esperando de hacer trampa, este se enteró y protestó pidiendo también unos pezes, que pero a veces le resbalaron fuera de la boca desdentada!
El cocodrilo era muy listo y no se le escapaba nada de la vida de la aldea, también porqué tenìa dos bonitas y grandes orejas.
Una noche, cuando todo el pueblo estaba en la orilla del río para descansar por el día pesado, Makòn apareció y dijo:
"Yo vi que su hermoso Cebú tiene dientes grandes y poderosos, hay que darles a mí, porqué los necesito para mantener los peces que capturo, sino me resbalan y me podría morir de hambre!"
Bebé, el jefe del pueblo, dijo:
"Lo que pides necesita una reunión entre todos los habitantes de la aldea, animales y hombres, dentro de tres días te daremos la respuesta"
El encuentro se calentó mucho y cada uno habló, incluso el Cebú, en último diciendo:
"Para calmar la ira del cocodrilo, que cada día pide cosas nuevas, daré un poco de mis dientes, conservando sólo aquellos que necesito para masticar la hierba y las hojas, sin embargo, como soy sordo, yo quiero a cambio las orejas del cocodrilo para ponerlas en el lado de mis dos cuernos".
La solicitud pareció justa a todos, y cuando después de tres días apareció Makòn del arrozal, le hizieron la propuesta.
Makon i pensó un poco y luego dijo: "Bueno ... me gusta el cambio, pero quiero a los dientes más largos y afilados del cebú".
Y así Bebé, el jefe de la aldea, tomó las orejas del cocodrilo y las atacó al cebú, lo que le dió sus dientes más poderosos para atacarlos a la boca de Makòn... lo que el hizo, pero muy, muy asustado!
Ahora la boca del cocodrilo era mucho más terrible que antes, pero el Cebú no estaba más sordo y se podía llamarlo desde la distancia, que de inmediato salía corriendo.
A Makòn ahora no se le escapaba ni un pez, pero se había convertido en insaciable y quería también a su gallina todos los días, pero el gallinero estaba casi vacío!
A la esposa de Bebé, Onga, le vino una idea, y luego le dijo a su marido: "Querido esposo, llevame todas las papas de yuca que puedes y todo el jugo del árbol de kidroa que puedes".
Onga se quedó toda la noche rallando la yuca y haciendo harina, que luego amasó con el jugo pegajosísimo de kidroa, y dando a la masa la forma de una grande gallina blanca, que fue llevada el día siguiente a Makòn diciendo: "Esa es la última que nos se quedó, es la más grande, como ves, por favor comela y no nos atormente más, y luego vete!"
Sin embargo el cocodrilo la comió en seguida vorazmente, y respondió: "¡Pero aquí yo estoy bien, no me voy!"
¡Sin embargo, después de un rato que masticaba, el pegamento bloqueó la boca de Makòn, y aún más por causa de los nuevos grandes dientes que tenía ahora, y no se abrió más!
Por lo que el cocodrilo se murió de hambre y los pobladores regresaron tranquilos a cultivar arroz en las aguas poco profundas del río Zambezi.